jueves, 20 de junio de 2013

RUINA



La piedra de la casa se desgasta. Escucho cómo golpea afuera el 
agua. Algo de mí crece lejos. No sabría estar como antes intacta 
en el hogar, apegada a la luz de sus instrumentos.

                                                              Ana Laferranderie - Volcar la cuna ( 2013)




Pareciera ser que todo hogar, cualquier hogar, está condenado al desgaste y a la ruina, y que dicho desgaste también condenaría a la ruina a sus habitantes en tanto estos no puedan o no quieran dar cuenta de la misma. ¿Qué significa entonces `dar cuenta´? El poema lo indica: escuchar. Escuchar el agua que desde un afuera irreductible cae sobre la casa, asesta un golpe e imprime una herida, pero tambièn ofrece -¿dona?- en su espaciamiento y fluidez infinita, mayores posibilidades de movimiento.  Y la escucha, el oído, que al imprimir su propia organicidad a la experiencia la transforma en un plano de inminencia. Inminencia que, por sí misma, sitúa a quien escribe en un horizonte de no saber y de apertura radical, desde la cual poder hablar un lenguaje quizá más extrañado. Todo hogar se encuentra habitado antes y después de nosotros. Ruina de la cual dar cuenta, que no deja de ser fortuna. Quizá allí, en este co-habitar distante y a veces imperceptible, crezca algo próximo. Y ya no haya sitio puro ni se pueda ni se sepa estar como antes.

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