martes, 11 de septiembre de 2012

ROBERT DESNOS; POESÍA, AMOR , REVOLUCIÓN


 
Wilfredo Lam, 1943




" En el café, en medio del ruido de las voces, en plena luz, recibiendo empujones, Robert Desnos no tiene más que cerrar los ojos y hablar, y todo un océano cae con sus estruendos proféticos. En cuanto interrogan a este pequeño durmiente, apenas lo incitan, ya surge la predicción, el tono de magia, de revelación, de revolución, el tono del fanático y del apóstol. Por poco que Desnos hubiese explotado este delirio, se pudo haber convertido en jefe de una religión, en fundador de una ciudad, en tribuno de un pueblo sublevado "

                                                  André Breton





VIDA DE ÉBANO

Una calma espantosa marcará este día
Y la sombra de los reverberos y de las alarmas contra incendios fatigará la luz
Todo se acallará los más silenciosos y los más parlanchines
Por fin morirán los críos chillones
Los remolcadores las locomotoras el viento
Deslizarse en silencio
Se escuchará la gran voz que viniendo de lejos pasará sobre la ciudad
Habrá que esperarla durante mucho tiempo
Luego hacia el sol de milord
Cuando el polvo las piedras y la ausencia de lágrimas compongan sobre las grandes plazas desiertas el traje del sol
Por fin se escuchará venir la voz
Y tronará largamente en las puertas
Y pasará sobre la ciudad arrancando las banderas y rompiendo las ventanas
Se la escuchará
Qué silencio antes que ella pero mayor aún el silencio que no perturbará pero al que acusará del delito de muerte inminente al que condenará al que denunciará
Oh día de pesares y alegrías
El día el día cercano en que la voz pase sobre la ciudad
Una gaviota fantasmal me dijo que ella me amaba tanto como yo la amo
Que este gran silencio terrible era mi amor
Que el viento que traía la voz era la gran revuelta del mundo
Y que la voz me sería favorable.


ROBERT DESNOS - LAS TINIEBLAS ( 1927 )

Traducción de Ada Salas y Juan Abeleira



lunes, 3 de septiembre de 2012

MIGUEL ÁNGEL BUSTOS ; AMOR, VERDAD, FEMENINO (II)


                                                 Max Ernst,  The Virgin punishing the Infant,  1947



Arrebato en la distancia, quizá esta sea, entre otras posibles, la indicación del poeta para sobrevivir en el misterio del amor. Quien ama, como quien muere,  sólo puede vivir fuera de sí, en otros cuerpos y en otros rostros, amparado si se quiere en una pura deriva que nunca es destino, mucho menos verdad, sino fascinación y demora. Aquí habría que detenerse, más sólo por un momento. Dejar que advenga aquella pregunta que nos hace trastabillar, una y ota vez. ¿ Por qué la fascinación?  

Fascinar; verbo que proviene, en su  acepción latina, del verbo fascinum ; encantamiento, embrujo, hechizo. La historia de esta palabra también nos provee de otra clave para continuar el desvío. Fascinum designaba el nombre del amuleto en forma de falo, de suma utilidad para curar el mal de ojo. Algo fallaba en la mirada, que debía permanecer recta e imperturbable, y frente a esta falla, provocada siempre por la intrusión de lo extraño — poco importan aquí los géneros— a quien se le atribuía toda clase de vicios y errores, el correctivo fálico. Texto que funciona como sinécdoque de una historia saturada de trascendencia y trasmundos, demasiado humana, en la que aún nos encontramos empantanados.

Objeto extraño y seductor que aparece para violentar unos ojos demasiado acostumbrados a la claridad, ¿acaso no intentamos hacer pie para hablar de lo mismo, es decir, de lo que continuamente se nos oculta y escapa ?

Uno nuestras caras / en los cuerpos que vibran cerca. Intentamos enunciar algo sobre la poesía, la mujer, por oposición a la verdad y a la rectitud. Perimetrar un territorio abierto para no despeñarnos en el caos, lugar fascinante tanto para el amante inexperto como para el filósofo dogmático, ambos enredados en la dulce telaraña de lo sublime. El poeta nos ofrece, en su escritura fragmentada,  el hilo delgado para construir la salida del laberinto, desocultando el rostro femenino de la verdad, que no se adecúa porque nunca es. Que atraviesa la piel de un cuerpo enamorado, a través de los muros y la sombra, sin dejar de obstaculizar aquello que fascina.



Te miro
 

Me alzo
a la altura de tus ojos.

Crezco de a poco

en el silencio,
con el latido de mi sangre
y sobre el rumor de la piedra y el viento,
uno nuestras caras,
en los cuerpos que vibran cerca
y que nos miran,
acá y en nuestro lecho.
Por la piel
a través de los muros y la sombra.



( Miguel Ángel Bustos )