Sobre la inadecuación: uno o demasiados problemas, una o
varias preguntas, dudas, angustias como puntos de partida: ¿Cómo hacer?. Pensar, pensarnos quizás, en un grupo de estudios. ¿Qué
quiere decir eso? En principio invitación al planear fugitivo en común, a un tiempo lentificado, disarmónico. A
un habitar la lectura eludiendo las trampas de la propiedad, de la
autorización, de la profesionalización, de las culturas que hacen de todos esos
gestos tan poco prácticos (leer,
encontrarse, aprender, hablar, pasar tiempo, escribir, cuidar, detenerse, construir
saberes y un largo y etcétera plagado de indocilidades) un espacio de mera acumulación, de
rapiñas, de competencialismo calculado, de individuaciones tristes y de inhibición
prolongada. Basta de todo eso, un rato. Sabemos demasiado de todo eso; hace
daño. Entonces dejar respirar, ensuciar, sexualizar, martillar, de-capacitar las voces, las
bibliotecas. Seguir imaginando, leyendo y escribiendo, con la alegría que nos
quede disponible pero también con el dolor, aliado necesario de cualquier tentativa. La
inadecuación podría ser un cuerpo que suda, que cae, que se raspa, que queda
inmóvil, mudo, sentado hasta que oscurezca, porque es verdad que oscurece y también es verdad que
necesita de otros cuerpos para disfrutar de la noche. La inadecuación podría
ser un cuerpo que tiene miedo, que se queda mirándole el rostro, que desoye los
llamados al heroísmo y a sus falsas irreverencias. Un cuerpo que no puede y al
que tampoco le importa demasiado (el) poder.
Sobre la inadecuación: otra cosa que una cuestión moral o de comité de especialistas, porque la moral y l*s especialistas no sirven más que para ahogar.
Se trata en todo caso de habilitar gentilezas, que como escribió Jean Oury, llegan y son
sin porqué. ¿Acaso hay algo más
desolador que el deber de tener siempre un porqué? Más allá de ese deber: la pasión.
¿La inadecuación como otro modo de la pasión? Si así fuera entonces todo esto no es más que una serie de excusas, más o menos rapsódicas, más o menos desorientadas, para compartir
la lectura, el estudio, la discusión, los soliloquios y los charlamentos (Silvia Rivera Cusicanqui)
de cada quien; las ganas, las inquietudes, los deseos, lo que molesta e invita a un
silencio frágil. Ver qué pasa ahí, si algo pasa, entre esos cacharros
encarnados, útiles para reaprender a abrir
puertas y ventanas, para deslenguar, extrañar y torcer los idiomas que se
quieren oficiales, para picar o también
darnos de cabezazos contra los muros, internos y externos, sin rompernos el cráneo. ¿Pueden esos cacharros hacer caer lo que constantemente amenaza nuestras
inadecuaciones y nuestros mundos?
El próximo martes 4 de Febrero nos vemos en La Libre -Chacabuco 917- a las 19
horas para iniciar estos ensayos
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